Se bebieron un zumo y se comieron un paquete de galletas mientras registraban la cartera y el bolso de las víctimas, que dormían en la vivienda .
Actuaron con gran sigilo. «Estuvieron en mi dormitorio, a 30 centímetros de la cama, y ni mi mujer ni yo nos dimos cuenta», confiesa Andrés, el propietario de la vivienda. El robo debió de despertar el apetito a los ladrones y, como vieron que nadie se había despertado, se quedaron a desayunar en el jardín. Con total parsimonia.
El domingo, la familia se fue a dormir sobre las diez y media de la noche. Andrés y su mujer acostaron a sus tres hijos y luego se fueron ellos a la cama. Él se despertó sobre las cinco y media. Se levantó con sed. Fue a beber agua. «Bajé a la cocina y noté que hacía frío. Vi que la ventana estaba abierta y la cerré. Yo no me di cuenta entonces, pero ya nos habían robado», relata el dueño de la vivienda, que está situada en la zona de Guadalmar, en Málaga capital.
Andrés volvió a la cama y se durmió. El despertador sonó a las siete y media. Su mujer salió al jardín a recoger el uniforme del colegio de uno de sus hijos y encontró algunas de sus pertenencias tiradas por el suelo. Entonces se dio cuenta de que habían entrado en su casa. «Los ladrones estuvieron en mi cuarto y registraron una pequeña caja en la que guardamos algunas cosas. Se llevaron hasta los pantalones que yo me había quitado la noche antes y que había dejado a los pies de la cama», cuenta Andrés.
Los cacos fueron muy sigilosos, aunque también tuvieron algo de suerte. «Perdieron un mechero dentro del dormitorio, pero cayó sobre un cojín y no hizo ruido. Si no, supongo que nos habríamos despertado. Y prefiero que así haya ocurrido, porque no nos enteramos de nada».
Los delincuentes -el propietario sospecha que al menos actuaron dos individuos- se llevaron sus pantalones y el bolso de su mujer al jardín. También sacaron de la cocina una botella de litro y medio de zumo y un paquete de galletas. «Se las comieron con total tranquilidad mientras registraban el bolso y mi cartera», apostilla el propietario de la casa.
Botín de poco valor
Los ladrones recabaron algo de dinero de las respectivas billeteras así como una pequeña suma que había en una estantería del domicilio para pagar una actividad del colegio. El botín fue muy pequeño, según Andrés, quien asegura que la policía le ha comentado que se han producido varios asaltos en la zona.
No es la primera vez que a unos cacos les entra hambre en medio de un robo. En noviembre de 2008, la Policía Local detuvo a un joven de 23 años tras un asalto a una vivienda en Puerto de la Torre en que los dueños solo echaron en falta una lata de paté y veinte euros. Durante el robo, uno de los asaltantes se bebió un Actimel y dejó el envase vacío sobre la mesa de la cocina.