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El jugador encuentra a sus 29 años el lugar al que aspiraba de joven en un Málaga en el que ha caído de pie y que añoraba un meta como él
Wilfredo Daniel Caballero (Santa Elena, 1981) tiene un palmarés que asusta. Un Mundial sub 20, un oro olímpico, una Libertadores, un Mundial de clubes. Pero llevaba cinco años en Segunda, en Elche, y los trenes pasaban. Málaga había sido un amor imposible en los dos últimos años, era prioridad para Muñiz. No se concretó. Llegó en febrero por una carambola, la grave lesión de Asenjo. Y lo ha hecho para quedarse. Cayó de pie, la afición le ha adoptado con la canción del mítico ponche. Valora lo que es esta oportunidad. Discurso serio, pero muy sensato de un arquero, cuenta, que no quería serlo.
-Lleva un mes en Málaga y parece que Caballero es el portero titular desde hace tiempo. ¿Cómo valora estas primeras semanas?
-El comienzo fue duro porque los resultados no acompañaban. Ante el Almería estuvo bien, pero vinieron dos derrotas seguidas y ahora estas dos victorias nos dan perspectiva, moral y ánimo y nos abren un poco el horizonte. Nos deja a varios equipos para alcanzarlos. Si seguimos en esta línea saldremos.
-¿Se encontró a un vestuario tocado?
-Únicamente lo vi mal después de perder con Osasuna. Cuando llegué pensé que me iba a encontrar un vestuario complicado y difícil, pero vi jugadores con ganas de sacar esto, con predisposición total de todos. Sólo era cuestión de tiempo. Me recibieron y me apoyaron para hacerme creer también que venía para sumar.
-¿Lo de Madrid fue un accidente?
-Lo tuvimos que tomar así. Soy el primer autocrítico y sé lo que hice bien y lo que hice mal o mejorable. A los tres días teníamos un partido clave, importante. Si nos parábamos ahí, pensaba que podía cometer más errores o no transmitir la seguridad que debo a los compañeros. Fue un partido muy raro y abultado en cuanto a números, pero había que pasar página.
-Admite que después de la derrota ante Osasuna el vestuario estaba mal. ¿Cómo se activa para ganar dos partidos seguidos?
-Hablamos mucho entre los compañeros y el cuerpo técnico para saber cómo lo asimilábamos y qué hacíamos para corregir. Así íbamos para abajo, para abajo y para abajo. Hablamos mucho y coincidió también con la llegada del mandatario Abdullah Ghubn, que dio todo su apoyo.
-¿Tanto llega su apoyo al vestuario?
-Por supuesto que se nota. En un momento tan difícil y fastidiado que te den confianza te da más de ánimo y ganas. Toca un partido difícil en San Sebastián, viajamos todos, nos hicimos una piña y el resultado fue ideal. Nos dio la posibilidad de estar ahí metidos, a tiro de otros equipos.
-¿Cómo se ve desde fuera la figura del jeque, los propietarios árabes?
-No es nada extraño. Hay muchos equipos en el fútbol inglés, ahora también en el Racing de Santander, con dueños extranjeros. Para mí no se ve nada raro. Es poco común, pero se acepta.
-¿Viene mal el parón?
-No sé, lo dirán los resultados, nada garantiza que ganemos los próximos partidos. El ejemplo es el de los dos últimos resultados.
-Estuvo un lustro en Elche. Allí se le consideraba entre los mejores porteros de Segunda. Había jugado en Boca, ganó un Mundial juvenil, unos Juegos. ¿se sentía estancado en Elche?
-El primer año me costó jugar, después agarré la titularidad. Uno trata de trabajar y hacer las cosas bien para que en sitios mejores te tengan en cuenta. El Málaga ya se fijó en mí hace dos temporadas, pero nunca hubo la posibilidad de marcharme. Sentía que se me iban acabando las oportunidades. Uno debe seguir igual, haciendo lo mismo, seguir demostrando al que te paga y con los que trabajas que eso no te afecta y seguir rindiendo igual. Gracias a Dios se abrió la puerta del Málaga y traté de aprovechar la puerta porque sabía que podía ser la última.
-Una situación extraña en Málaga. Antes de usted jugaron cuatro porteros distintos. ¿Le había pasado alguna vez?
-Es nuevo y extraño, tener que llegar después de cuatro porteros y lesiones graves de varios compañeros. Seguro que en otra liga habrá pasado, pero es rarísimo. Es lo que toca. Yo estoy contento pero a la vez es un fastidio que sea por lesión grave de un colega. Lo que le pasó a Asenjo no se lo deseas a nadie. Si han pasado tantos porteros es por algo. Hay que tratar de dirigir y dar seguridad a todos. A los jugadores, directiva y afición para que con mi trabajo estén tranquilos.
-¿Qué es jugar en Boca Juniors?
-A mí me tocó de muy joven, con buenos años del club. Jugué poco pero en una época en la que se ganaron títulos, estuve en algunos partidos de Copa Libertadores que acabamos ganando... Jugar en el estadio de Boca es una experiencia increíble que todavía no viví en ningún lado. Pisar La Bombonera con la gente de los cuatro costados que te aliente y que te empuja... A la vez debes ser fuerte, tienes una presión añadida por jugar en Boca. Tienes que ser duro de cabeza porque es el equipo más importante de tu país.
-¿Es verdad que se mueve La Bombonera?
-Sí, sí, sí. Cuando entras al campo y caminas hacia el centro los hinchas cantan y saltan. Y se mueve el piso, sí. Es una experiencia que se puede contar, pero es increíble cuando lo vives.
-Ganó un Mundial sub 20 con Saviola de estrella allá en Argentina, un oro en los Juegos Olímpicos de Atenas. ¿Ve más cerca ahora vestir la albiceleste absoluta?
-Sí, por supuesto. Me tocó estar de suplente varias ocasiones, pero nunca debuté. Sí estuve, por ejemplo, de tercer portero en la Copa Confederaciones de Alemania, en 2005. Estuve cerca, pero nunca tuve la posibilidad. Ahora está un poquito más ahí porque estás en Primera y luces en un nivel más alto. Es un deseo, claro, pero soy consciente de que está muy lejos. Mi mente ahora sólo está en conseguir los tres puntos del próximo partido y que el Málaga se salve.
-Decía que sentía que podía ser su última oportunidad. ¿Hace que se esté más responsabilizado ahora?
-Sí, por supuesto. Lo que tanto costó por fin se dio y no lo quiero perder. Cuando me dijeron que venía para acá sabía de la presión que habría, que sería difícil escaparse y que era una opción bajar a Segunda. Pero sabía a lo que venía. El reto lo acepté con todas mis fuerzas y todas mis ganas. Estoy seguro y confiado de que vamos a seguir en Primera.
-¿Qué le ha parecido la afición de Málaga? Incluso ya tiene un cántico especial para usted...
-Me sorprendió que el primer día la gente me reconociera por la calle. Va más gente al campo...
-¿Le recuerda más a Argentina?
-Claro, eso es. En Elche se está perdiendo ese carisma. La gente que va al fútbol conoce a los jugadores, pero la gente de la ciudad vive un poco de espaldas, va perdiendo el amor por el equipo viendo que no se consigue el ascenso. Llegar acá y encontrarme a tanta gente que vive el fútbol y a la que duele la situación en la que está el Málaga es increíble. Me recuerda a Buenos Aires.
-Siempre se ha hablado de una escuela de porteros particular en Argentina. ¿Percibe diferencias con cómo se ataja en Europa?
-Puede haber un estilo, pero cada portero se decanta por cómo quiere parar o jugar. Te pueden enseñar mil cosas, pero en las acciones de partido cada arquero tiene su forma. Quizá sí somos parecidos los argentinos en la forma de ir al mano a mano. Pero creo que los que son buenos y abiertos de mente cogen lo mejor. Yo casi entrené más en España que en Argentina. Si uno es abierto puede corregir cosas. Si conseguimos una buena mezcla entre la española y la argentina, mucho mejor.
-¿Tenía algún referente?
-Cuando empecé, Óscar Córdoba [portero colombiano], que era el titular en Boca. Tuve la oportunidad de aprender mucho de él. Me enseñó, me ayudó. Hace 10 años verle cómo paraba y lo importante para el equipo que era con técnicas nuevas me marcó mucho. Ahora lo hacen Casillas y otros grandes porteros. Pero él ya lo hacía hace una década.
-Es de una provincia interior de Argentina, de Santa Elena. Cómo es allí la vida?
-Una ciudad tranquila, casi un pueblo. Se vive de un frigorífico que tiene un mataderos de vacas y ternera. Esa fábrica le da trabajo a todo el pueblo, a muchísimas familias. La vida es muy tranquila. Por allí pasa el río Paraná y nos gusta disfrutar mucho de él y de la pesca. No hay ningún edificio, todos con casas. Después de Buenos Aires uno sólo quiere volver para estar tranquilo.
-¿Y cómo empezó a parar?
-Mi padre era arquero, mi tío también. Había más precedentes en la familia. Y yo no quería jamás ser portero. En el equipo donde jugaba, el Santa Marta, jugaba de central y de pivote. Pero siempre perdíamos. Y un día me pusieron de portero y dio la casualidad de que ese día ganamos el partido... Me dejaron ahí de portero y bendito fue ese día, mira dónde he llegado. Y eso que no quería jugar ahí...
-¿Y cuándo aparece Boca?
-A los 14 años. Con la entrada de Mauricio Macri en la presidencia hubo una reestructuración general del club. Colocaron a Bernardo Griffa [ex futbolista argentino que jugó en el Atlético de Madrid y del Espanyol y fue internacional] como manager de todas las inferiores. Este señor tenía conocidos en todas las provincias y venía a hacer pruebas que él mismo personalmente supervisaba. Como si el Madrid o el Barça vienen a Andalucía a probar críos. Hacían pruebas, partidos... De ahí pescaban a los que tenían proyección. De ahí te proponían ir a Buenos Aires, a un albergue con más de un centenar de chicos para convivir, entrenar, ir al colegio. Desde los 14 me fui de mi casa, asentado en Buenos Aires.
-Y que a un niño le llame Boca...
-¡Lo mejor! Sobre todo si era fanático de antes, como yo. Cerca hay otros equipos como Colón de Sante Fe, pero Boca es el Madrid o el Barcelona. En Elche había gente que decía que era del Elche, pero era del Madrid o del Barça. Me tocó eso cuando era un niño, te abren esa puerta y no la puedes desaprovechar. Con el correr de los años te puede pasar cualquier cosa y que la proyección no salga. Pero fue una experiencia muy bonita. Díficil, de un pueblito a una ciudad tan grande con todo lo que conlleva, con todas las expectativas. Con 14 años tenía ganas de volver al pueblo, pero me aguanté. Ahora me gusta Buenos Aires, mi mujer es de allí, una hija también, la otra nació en Elche.
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