MATUCHA GARCÍA. MÁLAGA La familia de un enfermo ingresado en Urgencias del hospital Clínico de Málaga ha denunciado ante los tribunales al centro hospitalario por lo que consideran que pudiera ser una supuesta negligencia médica. Los hechos se remontan al pasado 8 de abril cuando el hombre ingresó en Urgencias siendo dado de alta al día siguiente y falleciendo a las pocas horas ya en su casa.
Miguel Ruiz Rey, de 78 años, se encontraba el pasado jueves 7 de abril en su residencia con su mujer, Ana Campos Romero, de 65 años, cuando de repente sufrió un fuerte golpe de tos. Al día siguiente sobre la misma hora, las cinco de la tarde, volvió a aparecer la tos y Miguel comenzó a vomitar. Pronto se encontró indispuesto, hasta tal punto que él y su esposa se fueron a las Urgencias del Clínico donde el hombre ingresó a las 20.05 horas de ese día 8 de abril.
Cuando el médico pasó a reconocer a Miguel, al tocarle el vientre éste manifestó un dolor «terrible», relata su mujer. «Yo no soy médico, pero sé lo que vi. Empezó a gritar con desesperación y el médico le puso un tratamiento. Parecía que se trataba de un cólico», explica.
«Nos quedamos esperando y no se le quitaba el dolor. Mi marido se me caía de la silla de ruedas y ahí estaba yo dándole paseos por todo el Clínico porque no se podía estar quieto, se me tiraba al suelo del dolor. Estaba malísimo. La cara la tenía descompuesta, era un cadáver en vida», relata esta mujer, visiblemente afectada e indignada.
Miguel fue revisado de nuevo por el médico y le realizaron en esta ocasión una analítica. «Yo no entiendo por qué de entrada, sin hacerle ninguna prueba le pusieron un tratamiento. Al empeorar ya le hicieron una analítica y estaban todos los parámetros desorbitados. Me preguntaron que si era diabético y les dije que no y les informé de que tomaba pastillas para el corazón y que tenía problemas de bronquios, próstata y que hace 40 años tuvo una hepatitis, pero que de estómago no tenía nada», comenta.
«La bilirrubina y todo lo que tenía que ver con el hígado le salió por las nubes. Le repitieron la analítica y seguían subiendo los niveles», recuerda la mujer. Así fueron pasando turnos, dice, y su marido iba empeorando. «Se me caía de la silla de ruedas y allí no venía nadie a ayudarme. Ha sido horroroso cómo me han tratado. Pedí que lo pusieran en una camilla porque no podía más y me dijeron que no. Ha sido un error tras otro», afirma.
Finalmente le realizaron todo tipo de pruebas, pero «él cada vez estaba peor». «Hubo que esperar al sábado por la mañana para que le hicieran una ecografía para ver qué era lo que le pasaba en el aparato digestivo. De lo que salió en esa prueba nadie me dijo nada», comenta.
El alta
El caso es que a las 11.30 ya del sábado 9 de abril Miguel fue dado de alta. «Yo les dije que mi marido no estaba para irse y que no podía ni permanecer de pie. Él se encontraba mal, muy mal. Estaba con muy mala cara y con sudores fríos. Yo creo que estaba agonizando ya», comenta.
«Nos fuimos a casa. Almorzó dieta blanda, pero comió bien. Lo lavé, lo afeité, lo arreglé y lo acosté. No hablaba bien y lo veía muy mal, por lo que llamé al 061. Era un cuerpo muerto y vi que le caía por la comisura de los labios un líquido marrón. Fui corriendo a llamar de nuevo al 061 y al volver ya estaba muerto. Me volví loca, nunca pensé que eso le pudiera estar pasando a él», dice.
El hospital Clínico confirma por su parte que se atendió a este señor el día 8 de abril y que se le practicaron diversas pruebas diagnósticas presentando una afección hepática. El centro afirma que permaneció en Observación hasta el día 9 y que se le dio el alta determinando el seguimiento en consulta externa. Por el momento el centro no tiene constancia de la denuncia que, sin embargo, ha sido aportada por la familia a este periódico. Ana dice que piensan llegar hasta el final. «Mis hijos y yo queremos saber de qué ha muerto mi marido, su padre», concluye la mujer.
Miguel Ruiz Rey, de 78 años, se encontraba el pasado jueves 7 de abril en su residencia con su mujer, Ana Campos Romero, de 65 años, cuando de repente sufrió un fuerte golpe de tos. Al día siguiente sobre la misma hora, las cinco de la tarde, volvió a aparecer la tos y Miguel comenzó a vomitar. Pronto se encontró indispuesto, hasta tal punto que él y su esposa se fueron a las Urgencias del Clínico donde el hombre ingresó a las 20.05 horas de ese día 8 de abril.
Cuando el médico pasó a reconocer a Miguel, al tocarle el vientre éste manifestó un dolor «terrible», relata su mujer. «Yo no soy médico, pero sé lo que vi. Empezó a gritar con desesperación y el médico le puso un tratamiento. Parecía que se trataba de un cólico», explica.
«Nos quedamos esperando y no se le quitaba el dolor. Mi marido se me caía de la silla de ruedas y ahí estaba yo dándole paseos por todo el Clínico porque no se podía estar quieto, se me tiraba al suelo del dolor. Estaba malísimo. La cara la tenía descompuesta, era un cadáver en vida», relata esta mujer, visiblemente afectada e indignada.
Miguel fue revisado de nuevo por el médico y le realizaron en esta ocasión una analítica. «Yo no entiendo por qué de entrada, sin hacerle ninguna prueba le pusieron un tratamiento. Al empeorar ya le hicieron una analítica y estaban todos los parámetros desorbitados. Me preguntaron que si era diabético y les dije que no y les informé de que tomaba pastillas para el corazón y que tenía problemas de bronquios, próstata y que hace 40 años tuvo una hepatitis, pero que de estómago no tenía nada», comenta.
«La bilirrubina y todo lo que tenía que ver con el hígado le salió por las nubes. Le repitieron la analítica y seguían subiendo los niveles», recuerda la mujer. Así fueron pasando turnos, dice, y su marido iba empeorando. «Se me caía de la silla de ruedas y allí no venía nadie a ayudarme. Ha sido horroroso cómo me han tratado. Pedí que lo pusieran en una camilla porque no podía más y me dijeron que no. Ha sido un error tras otro», afirma.
Finalmente le realizaron todo tipo de pruebas, pero «él cada vez estaba peor». «Hubo que esperar al sábado por la mañana para que le hicieran una ecografía para ver qué era lo que le pasaba en el aparato digestivo. De lo que salió en esa prueba nadie me dijo nada», comenta.
El alta
El caso es que a las 11.30 ya del sábado 9 de abril Miguel fue dado de alta. «Yo les dije que mi marido no estaba para irse y que no podía ni permanecer de pie. Él se encontraba mal, muy mal. Estaba con muy mala cara y con sudores fríos. Yo creo que estaba agonizando ya», comenta.
«Nos fuimos a casa. Almorzó dieta blanda, pero comió bien. Lo lavé, lo afeité, lo arreglé y lo acosté. No hablaba bien y lo veía muy mal, por lo que llamé al 061. Era un cuerpo muerto y vi que le caía por la comisura de los labios un líquido marrón. Fui corriendo a llamar de nuevo al 061 y al volver ya estaba muerto. Me volví loca, nunca pensé que eso le pudiera estar pasando a él», dice.
El hospital Clínico confirma por su parte que se atendió a este señor el día 8 de abril y que se le practicaron diversas pruebas diagnósticas presentando una afección hepática. El centro afirma que permaneció en Observación hasta el día 9 y que se le dio el alta determinando el seguimiento en consulta externa. Por el momento el centro no tiene constancia de la denuncia que, sin embargo, ha sido aportada por la familia a este periódico. Ana dice que piensan llegar hasta el final. «Mis hijos y yo queremos saber de qué ha muerto mi marido, su padre», concluye la mujer.