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Un tercio de los adolescentes tienen problemas judiciales por robo o en el seno de la familia · La demanda de ayuda a la ONG ha aumentado en los últimos años y ha bajado la edad de inicio en la drogadicción
Alcohol, cannabis, cocaína, malas notas, expulsiones del instituto, portazos en casa, broncas y hasta algún delito. La realidad por la que un menor llega a Proyecto Hombre es muy diversa, pero nunca fácil de manejar para los padres. Los adolescentes van arrastrados por la familia u obligados por un juez. La ONG atiende en la actualidad a 228 menores a los que trata de ayudar a salir de la droga, de una mala relación con sus familiares o de sus problemas con la Justicia.
El director de Proyecto Hombre Málaga, Juan José Soriano, asegura que aumenta el número de menores que demanda ayuda por drogadicción, el de los que acuden por problemas de comportamiento y que, además, disminuye la edad de inicio en las drogas. "En 1999, los jóvenes que veían por drogadicción tenían 18 o19 años. Entonces era impensable tener adolescentes de hasta 12 años, como ahora", afirma. Cuando empezó el programa, hace una década, la ONG atendía a menos de una decena de menores y a sus familias. En la actualidad, rozan los 230. "Y las cifras siguen creciendo cada año", lamenta Soriano.
Del total de menores atendidos en el centro, nueve de cada diez tienen problemas con las drogas. El resto, acude por comportamientos conflictivos. De hecho, así como en 1999 Proyecto Hombre creó el programa para menores adictos ante el incremento de esa demanda, en 2007 tuvo que incorporar la problemática de los comportamientos conflictivos para dar respuesta a una realidad social nueva y creciente.
Ayer, por la tarde, la sede de la ONG estaba llena de padres y adolescentes, algunos casi niños. En uno de los varios grupos que se sucedían habitación tras habitación, un padre confesaba su desasosiego. Su hijo de 15 años, que llegó a Proyecto Hombre por robar y tener mal comportamiento con sus hermanos, aunque ha ido mejorando, acababa de ser expulsado 11 días del instituto. "Nos ha mentido, yo me siento engañado", admitía el padre. El chaval cuenta que robó "por las influencias" y se ve que desnudar su vida delante de una veintena de personas le supone un mal trago porque no para de retorcer el puño del jersey. Ahora está castigado sin salir hasta después de Reyes. Soriano le aconseja que ya que no podrá irse con sus amigos, aproveche el tiempo para intentar solucionar su relación con los padres.
A su lado, otro chico de 15 se presenta. Lleva nueve meses en Proyecto Hombre. Llegó porque fumaba porros. Su forma de comunicarse con los padres eran chillidos y portazos. Asegura que ha dejado la droga y que las peleas en casa se han superado. "¿Y las notas?", le pregunta el terapeuta. La madre golpea el suelo con el zapato y él dice que se las darán la semana que viene.
Junto a él se sienta otro menor. También tiene 15 años y la historia es calcada. Porros, broncas en la casa y malos resultados en el colegio. "Ya ha normalizado sus amistades y ha evolucionado de manera positiva. Nos queda afianzar lo que hemos avanzado", dice su padre. Habla en plural porque el problema es tanto del joven como de la familia y así se trata en Proyecto Hombre, con la implicación de su entorno afectivo.
"Aquí no hay culpables. En estas situaciones influyen muchos factores. El niño, los amigos, la familia, el barrio y una sociedad permisiva", sintetiza Soriano. De hecho, el director de Proyecto Hombre dice que si crece tanto esta problemática entre los menores se debe a que hay una mayor tolerancia social a las drogas (entre las que incluye el tabaco y el alcohol, además de los estupefacientes), a que son más fáciles de conseguir y a que ahora los adolescentes tienen más poder adquisitivo.
La madre de un chaval que ahora tiene 15 años cuenta que lo trajo con 14 porque se enteró que fumaba porros. Se lo dijo su otro hijo, que también pasó por Proyecto Hombre por el mismo motivo. El mayor -de 18- ya ha superado el problema. El de 15, lo está intentando. "Había broncas en casa. Yo creía que era la adolescencia, pero era la droga", cuenta.
Una chica que acaba de llegar a la mayoría de edad relata su historia. Ella no aceptaba las normas de sus padres. Siendo menor se escapó varias veces de casa, algunas durante un par de semanas. Dejó el colegio. Sus padres, desesperados, la denunciaron. Pero es que su hermano también se fue de casa. Él además era adicto a los porros y la cocaína. Al final, los dos acabaron en Proyecto Hombre. La chavala cuenta que por fin los dos han vuelto a casa: "Ahora vivimos nosotros dos, mis padres y los perros".
Alcohol, cannabis, cocaína, malas notas, expulsiones del instituto, portazos en casa, broncas y hasta algún delito. La realidad por la que un menor llega a Proyecto Hombre es muy diversa, pero nunca fácil de manejar para los padres. Los adolescentes van arrastrados por la familia u obligados por un juez. La ONG atiende en la actualidad a 228 menores a los que trata de ayudar a salir de la droga, de una mala relación con sus familiares o de sus problemas con la Justicia.
El director de Proyecto Hombre Málaga, Juan José Soriano, asegura que aumenta el número de menores que demanda ayuda por drogadicción, el de los que acuden por problemas de comportamiento y que, además, disminuye la edad de inicio en las drogas. "En 1999, los jóvenes que veían por drogadicción tenían 18 o19 años. Entonces era impensable tener adolescentes de hasta 12 años, como ahora", afirma. Cuando empezó el programa, hace una década, la ONG atendía a menos de una decena de menores y a sus familias. En la actualidad, rozan los 230. "Y las cifras siguen creciendo cada año", lamenta Soriano.
Del total de menores atendidos en el centro, nueve de cada diez tienen problemas con las drogas. El resto, acude por comportamientos conflictivos. De hecho, así como en 1999 Proyecto Hombre creó el programa para menores adictos ante el incremento de esa demanda, en 2007 tuvo que incorporar la problemática de los comportamientos conflictivos para dar respuesta a una realidad social nueva y creciente.
Ayer, por la tarde, la sede de la ONG estaba llena de padres y adolescentes, algunos casi niños. En uno de los varios grupos que se sucedían habitación tras habitación, un padre confesaba su desasosiego. Su hijo de 15 años, que llegó a Proyecto Hombre por robar y tener mal comportamiento con sus hermanos, aunque ha ido mejorando, acababa de ser expulsado 11 días del instituto. "Nos ha mentido, yo me siento engañado", admitía el padre. El chaval cuenta que robó "por las influencias" y se ve que desnudar su vida delante de una veintena de personas le supone un mal trago porque no para de retorcer el puño del jersey. Ahora está castigado sin salir hasta después de Reyes. Soriano le aconseja que ya que no podrá irse con sus amigos, aproveche el tiempo para intentar solucionar su relación con los padres.
A su lado, otro chico de 15 se presenta. Lleva nueve meses en Proyecto Hombre. Llegó porque fumaba porros. Su forma de comunicarse con los padres eran chillidos y portazos. Asegura que ha dejado la droga y que las peleas en casa se han superado. "¿Y las notas?", le pregunta el terapeuta. La madre golpea el suelo con el zapato y él dice que se las darán la semana que viene.
Junto a él se sienta otro menor. También tiene 15 años y la historia es calcada. Porros, broncas en la casa y malos resultados en el colegio. "Ya ha normalizado sus amistades y ha evolucionado de manera positiva. Nos queda afianzar lo que hemos avanzado", dice su padre. Habla en plural porque el problema es tanto del joven como de la familia y así se trata en Proyecto Hombre, con la implicación de su entorno afectivo.
"Aquí no hay culpables. En estas situaciones influyen muchos factores. El niño, los amigos, la familia, el barrio y una sociedad permisiva", sintetiza Soriano. De hecho, el director de Proyecto Hombre dice que si crece tanto esta problemática entre los menores se debe a que hay una mayor tolerancia social a las drogas (entre las que incluye el tabaco y el alcohol, además de los estupefacientes), a que son más fáciles de conseguir y a que ahora los adolescentes tienen más poder adquisitivo.
La madre de un chaval que ahora tiene 15 años cuenta que lo trajo con 14 porque se enteró que fumaba porros. Se lo dijo su otro hijo, que también pasó por Proyecto Hombre por el mismo motivo. El mayor -de 18- ya ha superado el problema. El de 15, lo está intentando. "Había broncas en casa. Yo creía que era la adolescencia, pero era la droga", cuenta.
Una chica que acaba de llegar a la mayoría de edad relata su historia. Ella no aceptaba las normas de sus padres. Siendo menor se escapó varias veces de casa, algunas durante un par de semanas. Dejó el colegio. Sus padres, desesperados, la denunciaron. Pero es que su hermano también se fue de casa. Él además era adicto a los porros y la cocaína. Al final, los dos acabaron en Proyecto Hombre. La chavala cuenta que por fin los dos han vuelto a casa: "Ahora vivimos nosotros dos, mis padres y los perros".
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