De El Palo a Jordania |
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Por Daniel Marín
Recuerdo aquel día como si fuera ayer. Era miércoles, mayo de 2006. El Málaga jugaba en Villarreal. Estaba descendido y fue el primer viaje que el equipo, acostumbrado entonces a desplazarse en chárter, cogió el autobús. Nueve horas de paliza. También para un consejero del que prefiero omitir su identidad por su animadversión a los focos. No viajó nadie de aquella directiva entonces desgobernada y anárquica. Sólo el referido consejero. Sufrió las nueve horas de penitencia como si hubiera pecado y se encontró, solo, en la ciudad más lúgubre de cuantas conforman la élite del fútbol nacional. Fernando Roig y Llaneza suspendieron la comida de directivas al no haber una representación nutrida del Málaga y el consejero, acompañado de sí mismo, se subió a almorzar al comedor del Hotel Vila-Real Palace. Allí coincidió con tres aficionados malaguistas que habían llegado con su bandera desde Barcelona. Los invitó a comer. De su bolsillo. El Málaga los había invitado a comer con el dinero de un consejero. De vuelta para abajo, el directivo se trajo la derrota, la tristeza de aquel 'pueblo de Champions' y 90 euros menos. Una cantidad, por cierto, simbólica.
El ejemplo es un botón. Han sido muchas las veces en las que los consejeros que hoy han dejado el Málaga han puesto sus euros limpios de intereses encima del beneficio del club. Para causas buenas, siempre para causas buenas. Algunas, perdidas. Otras impensables. Hoy han dicho adiós, por la puerta de atrás y bajo la oscuridad que deja la sombra de Sanz, del que dicen los antiguos que ha sido el mejor presidente de la historia. Lo han hecho en silencio, sin dar una voz desagradable ni un quejido inoportuno. Martín Aguilar, paleño de raza, embajador del Málaga por excelencia y hombre clave en la resurrección del CD Málaga; José Carlos Pérez, que tantas temporadas vistió gratis a la plantilla con sus trajes Selected; Francisco Gutiérrez, un peón de segunda línea que solventó innumerables problemas federativos y una eminencia en urbanismo; Bernardo Pinazo, que cobró la mitad de sus honorarios para iniciar un concurso modélico; Pepe Hernández, que abrió su puerta de Tesesa cuando todos cerraron la suya; y Miguel Narváez, juventud y talento abierto las 24 horas.
Pero el nuevo Málaga es ahora una empresa de Abdullah Al-Thani, que está en su derecho legítimo de amueblar la casa a su antojo. Y eso ha hecho. De la ración de ‘malagueñismo’ anterior pasamos al propio jeque qatarí, al jordano Abdullah Ghubn, al sirio con pasaporte español Taysir Al Sahoud y a la malagueña e hija de anterior, Yasmin. Nada que objetar. En absoluto. Nunca he dudado de la buena voluntad de los nuevos rectores por llegar con su dinero y buen hacer al paraíso donde la austeridad de Sanz no alcanzó. Pero lleve el collar que lleve, el Málaga siempre será el perro de los malagueños y de los malaguistas, de vosotros, de los tres aficionados de Barcelona que cogieron su bandera y bordearon el Mediterráneo para llegar a VillaReal para ver a su equipo arrastrar el escudo. Sólo espero que en esta nueva andadura, que me ilusiona tanto como a ti, haya en ese comedor del Vila-Real Palace otro consejero para invitarlos a comer y brindarle la mejor de las sonrisas de un club que los valora.