Alfredo Relaño | 20/04/2010
Casi mil kilómetros en autobús se ha hecho el Barça, para enfrentarse hoy al Inter. El Gran Premio de Japón de Motos se ha suspendido. El Liverpool va a ir empalmando trenes desde su ciudad hasta Burdeos, a ver si desde allí puede volar hasta Madrid. Hace un siglo la aeronáutica no existía, pero hoy el mundo depende en gran parte de ella, de forma que esa nube piroclástica que amenaza con ensuciar las turbinas de los reactores nos reduce a un mundo plano, de dos dimensiones. El de mis abuelos. Hubo tiempos sin aviones, incluso hubo tiempos sin aviones pero ya con fútbol, aunque ahora nos parezca imposible.
Me gusta hablar con jugadores veteranos y a veces me cuentan de sus viajes en autocar, de Barcelona a Sevilla, o de Sevilla a Bilbao, o de Valencia a La Coruña. Por aquellas carreteras. Dos días, con noche generalmente en Madrid, con el runrún del motor y ese olor entre gasoil y gutapercha insoportable. Dos días sin entrenarse. En muchos casos, después de la comida hacían un tramo de una hora andando, y luego les recogía el autocar. Era salir el jueves por la mañana y volver el martes por la noche. Hablo de los años cincuenta, de los Puchades, Acuña, Arza, Segarra, Gaínza... Para los de Madrid era menos duro.
El tren, el coche cama, endulzó eso. El avión acabó por resolverlo, hasta el punto de que el Barça de Guardiola suele ir y volver en el día, casi sin excepción: amanecen en su cama y se acuestan en ella tras jugar, pongamos por caso, en Málaga. Este pequeño heroísmo del viaje en autocar me gusta, aunque estos autocares sean muy otros. Pero al menos refleja que el fútbol sigue pegado al terreno y que hasta el jugador más grande asume las incomodidades que surjan para jugar un partido. El viaje será un hándicap para hoy, es verdad. Pero al fin y al cabo, bien dice Guardiola, lo peor hubiera sido tener que verlo por televisión.
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¿Alguien me puede decir que significado le da este tio a eso? Yo no entender
Casi mil kilómetros en autobús se ha hecho el Barça, para enfrentarse hoy al Inter. El Gran Premio de Japón de Motos se ha suspendido. El Liverpool va a ir empalmando trenes desde su ciudad hasta Burdeos, a ver si desde allí puede volar hasta Madrid. Hace un siglo la aeronáutica no existía, pero hoy el mundo depende en gran parte de ella, de forma que esa nube piroclástica que amenaza con ensuciar las turbinas de los reactores nos reduce a un mundo plano, de dos dimensiones. El de mis abuelos. Hubo tiempos sin aviones, incluso hubo tiempos sin aviones pero ya con fútbol, aunque ahora nos parezca imposible.
Me gusta hablar con jugadores veteranos y a veces me cuentan de sus viajes en autocar, de Barcelona a Sevilla, o de Sevilla a Bilbao, o de Valencia a La Coruña. Por aquellas carreteras. Dos días, con noche generalmente en Madrid, con el runrún del motor y ese olor entre gasoil y gutapercha insoportable. Dos días sin entrenarse. En muchos casos, después de la comida hacían un tramo de una hora andando, y luego les recogía el autocar. Era salir el jueves por la mañana y volver el martes por la noche. Hablo de los años cincuenta, de los Puchades, Acuña, Arza, Segarra, Gaínza... Para los de Madrid era menos duro.
El tren, el coche cama, endulzó eso. El avión acabó por resolverlo, hasta el punto de que el Barça de Guardiola suele ir y volver en el día, casi sin excepción: amanecen en su cama y se acuestan en ella tras jugar, pongamos por caso, en Málaga. Este pequeño heroísmo del viaje en autocar me gusta, aunque estos autocares sean muy otros. Pero al menos refleja que el fútbol sigue pegado al terreno y que hasta el jugador más grande asume las incomodidades que surjan para jugar un partido. El viaje será un hándicap para hoy, es verdad. Pero al fin y al cabo, bien dice Guardiola, lo peor hubiera sido tener que verlo por televisión.
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¿Alguien me puede decir que significado le da este tio a eso? Yo no entender