Es imposible garantizar que el Málaga vaya a seguir en Primera División, nadie tiene una bola de cristal. Pero sí es una certeza que con la capacidad de análisis y reflexión que ha demostrado el club en los últimos tiempos se acercará más al objetivo. Se aprende de los errores y el Málaga los cometió a borbotones en 2006, cuando secuestró a Duda y Manolo Hierro destituyó a Tapia para autoproclamarse entrenador. Aquel volantazo bárbaro mandó a Segunda División al club y casi lo sepulta. Nada peor que una huida hacia delante, que tomar medidas al tuntún. Este Málaga que nació de aquellas cenizas es otro. Especialmente porque en él manda Fernando Sanz, que le ha puesto mucho sentido común desde que llegó. Ese es su éxito.
Es posible que para Sanz lo más fácil hubiese sido destituir a Muñiz cuando la grada lo pidió. Basta con ver el ejemplo de Pernía en Santander. O el de Bandrés en Zaragoza, en esta caso por una cuestión de autoridad. Sanz ha mantenido a Muñiz y no porque mantenga una relación especial con él, sino porque sabe que un club modesto pero en vías de desarrollo como el Málaga sólo puede crecer así, con estabilidad. La continuidad de Muñiz es el primer pasito hacia la salvación del Málaga. El segundo serán las incorporaciones. En estas páginas leyeron el interés por Eliseu y ahora, Miku. Si Sanz termina incorporando a alguno no será por capricho ni por pegar un tiro al aire. Será por sentido de la responsabilidad y respeto a un club al que le está dando todo.
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