La afición del Málaga necesitaba una alegría grande, y ésta llegó en el Calderón al certificar la permanencia y realizar un gran partido ante el favorito ‘feliz’ de todos para ganar la Liga, el Atlético de Madrid. El empate de los malaguistas fue merecido y tuvo un enorme mérito, porque lo hizo no sólo luchando contra un gran rival, sino contra un nefasto arbitraje con tintes caseros hasta límites de vergüenza y un ambiente de euforia como pocas veces se ha vistio en un graderío. En ese clima, en esa tensión, co n unos marcadores que hasta el final (en otros encuentros) eran siempre adversos para los intereses blanquiazules, el equipo de Bernard Schuster no solo certificó su permanencia en la Liga de las Estrellas, sino que además demostró que sabe jugar al fútbol y que nunca debió esperar hasta dos encuentros antes del final de la temporada para certificar su condición de Primera.
El partido fue emocionante de principio a fin. El Málaga pronto se encontró con la actitud de Teixeira de amonestar a sus jugadores en el momento en el que pasara una mosca por los alrededores, y así cargó de amarillas a los visitantes, pero pese a la casera actitud del colegiado, el equipo malagueño tenía claro su cometido y planteó un partido muy serio, con una contención perfecta y un escalonamiento de todas sus líneas encomiable.
El Atlético de Madrid nunca estuvo cómodo. Se trataba de eso. La presión de Amrabat y Roque Santa Cruz era el principio de un atosigamiento sobre las líneas rivales, y finalmente, si las cosas se complicaban, ahí estaba Willy Caballero, un sensacional guardameta que demostró ante la España futbolística sus cualidades para estar en el Mundial menos para el miope seleccionador argentino. A nuestro país, que quieren que les diga, le viene muy bien, porque tener a Caballero en la meta de cualquier equipo al que te enfrentes es un serio hándicap.
El primer tiempo de contención malaguista fue de nota. Pero tras el descanso, la cosa aún mejoró porque comenzaron a llegar los contragolpes con claro color malagueño, y sólo la valentía y la flor de Courtois evitó que Santa Cruz adelantara al Málaga, lo que hizo después Samu de la mano una extraña jugada en la que la perseverancia del caterano tuvo su premio.
El 0-1 se festejó en los alrededores del Guadalmedina como si se hubiese ganado la Liga en el Manzanares. Incluso, que quieren que les diga, parecía que todo estaba para ampliar el marcador, pero una desgraciada jugada (otra más del ramillete que ‘adorna’ a los de La Rosakleda desde la aciaga noche de Dortmund) permitió el empate local y, en ese momento, lo juro (lexatín 1,5 incluido), pensé que todo se iba a pique... ¡Hombre de poca fe! El Málaga mantuvo la compostura, su tranquilidad y Schuster estuvo más que bien. Era difícil contener a los locales, a su afición y a Texeira, que nos dejó con uno menos y dio 5 minutos de descuento, pero al final se logró. Fue un gran partido y una gran alegría. Hubiese tenido mala leche la cosa si Sosa hubiera marcado el 2-1, pero ni los deseos de Platini llevaron la pelota a la red de los malaguistas, que lograron su objetivo, seguir en Primera, por méritos propios, sin depender de terceros, y encima aplazar el alirón del Atlético de Madrid una semana... sino una temporada más. Porque, qué quieren que les diga, para muchos, este 1-1 no fue una gran alegría, sino una gran alegría doble. La venganza deportiva y sana es lícita en el mundo del fútbol. ¡Enhora buena!
PEDRO LUIS GÓMEZ
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