SEMIFINALES
Cueva de Pozalagua
País Vasco 45.532 votos
Torcal de Antequera
Andalucía 38.184 votos
PARA VOTAR http://apps.repsol.com/ElMejorRincon/2013/ficha.php?rincon=1
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En el norte de Málaga se erige este bosque de rocas de la época de los dinosaurios que más bien parecen tornillos o hamburguesas gigantes.
Al sur de Antequera, se yergue el Torcal, sierra caliza donde la erosión ha labrado un formidable laberinto salpicado de rocas con formas tan fantásticas como el Tornillo, que parece un tirafondo a medio enroscar en la inmensa tuerca del planeta.
Fue en el Jurásico, hace 150 millones de años, cuando estas rocas sorprendentes se fraguaron en el fondo del mar, como resultado del depósito y compactación de corales, conchas de moluscos y demás marisco de la época. Luego, el tiempo y la geología han trabajado con paciencia, dibujando este paisaje de angostos corredores en cuyas intersecciones se fueron abriendo los hoyos, dolinas o torcas que dan nombre al lugar y tallar las peñas dando lugar a picudos lapiaces y a esas singulares formas del Torcal, que más que tornillos, parecen hamburguesas de muchos pisos.
El repertorio de formaciones pintorescas se completa con las cuevas y simas típicas de un enclave calizo, rosales silvestres, hiedras, madreselvas y 30 variedades de orquídeas. Así es el más bello y extraño rincón natural de Andalucía.
En el centro de interpretación, recomiendan al visitante primerizo la ruta verde, un sendero bien señalizado de un kilómetro y medio que permite recorrer la zona más alta e impresionante del Torcal en menos de una hora. Desde el estacionamiento, el sendero se adentra por un serpenteante callejón. Después de pasar junto al Macetón (peña en forma de tiesto, de cuya cúspide brota una espesa mata de madreselva), desciende hacia los Arregladeros, una hondonada rodeada de altos murallones, en los que la hiedra y la niebla se enredan en una ficción de almenas, gárgolas y matacanes, como de castillo de gigantes. En la torca de los Arregladeros, el sendero enfila de nuevo hacia el punto de partida, para atravesar un corredor flanqueado de rocas rebosantes que recuerdan a las obras de Botero.
El otro gran orgullo de Antequera, es su alcazaba. Rehabilitada en 2008, la fortaleza muestra con nitidez de corte arqueológico los restos superpuestos de la Antikaria romana, la Madina Antaquira musulmana y la Antequera que hizo cristiana el infante don Fernando en 1410. Desde sus torres se ve bien la sierra del Torcal y, abajo, en la vega, la peña de los Enamorados, que recuerda una cara. Pegada a la alcazaba se halla la colegiata de Santa María, con colosales columnas jónicas y artesonado mudéjar, que fue la primera iglesia renacentista de Andalucía.
A la hora de comer, toca disfrutar de una gastronomía a base de productos de la Vega: cereales, hortalizas y aceite de oliva. Platos como la porra, que se elabora con pan, aceite, ajos, tomates y pimientos; el ajoblanco, el gazpachuelo o las migas de aperitivo a la caza (conejo a la cortijera o chivo pastoril, por ejemplo) y las recetas de pescado en escabeche que datan de la época romana. Y postre, Bienmesabe, un dulce de almendra molida, bizcochos de soletilla y cabello de ángel que sigue vendiéndose en los conventos de clausura y hace perfecto honor a su nombre.
Cueva de Pozalagua
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En el norte de Málaga se erige este bosque de rocas de la época de los dinosaurios que más bien parecen tornillos o hamburguesas gigantes.
Al sur de Antequera, se yergue el Torcal, sierra caliza donde la erosión ha labrado un formidable laberinto salpicado de rocas con formas tan fantásticas como el Tornillo, que parece un tirafondo a medio enroscar en la inmensa tuerca del planeta.
Fue en el Jurásico, hace 150 millones de años, cuando estas rocas sorprendentes se fraguaron en el fondo del mar, como resultado del depósito y compactación de corales, conchas de moluscos y demás marisco de la época. Luego, el tiempo y la geología han trabajado con paciencia, dibujando este paisaje de angostos corredores en cuyas intersecciones se fueron abriendo los hoyos, dolinas o torcas que dan nombre al lugar y tallar las peñas dando lugar a picudos lapiaces y a esas singulares formas del Torcal, que más que tornillos, parecen hamburguesas de muchos pisos.
El repertorio de formaciones pintorescas se completa con las cuevas y simas típicas de un enclave calizo, rosales silvestres, hiedras, madreselvas y 30 variedades de orquídeas. Así es el más bello y extraño rincón natural de Andalucía.
En el centro de interpretación, recomiendan al visitante primerizo la ruta verde, un sendero bien señalizado de un kilómetro y medio que permite recorrer la zona más alta e impresionante del Torcal en menos de una hora. Desde el estacionamiento, el sendero se adentra por un serpenteante callejón. Después de pasar junto al Macetón (peña en forma de tiesto, de cuya cúspide brota una espesa mata de madreselva), desciende hacia los Arregladeros, una hondonada rodeada de altos murallones, en los que la hiedra y la niebla se enredan en una ficción de almenas, gárgolas y matacanes, como de castillo de gigantes. En la torca de los Arregladeros, el sendero enfila de nuevo hacia el punto de partida, para atravesar un corredor flanqueado de rocas rebosantes que recuerdan a las obras de Botero.
El otro gran orgullo de Antequera, es su alcazaba. Rehabilitada en 2008, la fortaleza muestra con nitidez de corte arqueológico los restos superpuestos de la Antikaria romana, la Madina Antaquira musulmana y la Antequera que hizo cristiana el infante don Fernando en 1410. Desde sus torres se ve bien la sierra del Torcal y, abajo, en la vega, la peña de los Enamorados, que recuerda una cara. Pegada a la alcazaba se halla la colegiata de Santa María, con colosales columnas jónicas y artesonado mudéjar, que fue la primera iglesia renacentista de Andalucía.
A la hora de comer, toca disfrutar de una gastronomía a base de productos de la Vega: cereales, hortalizas y aceite de oliva. Platos como la porra, que se elabora con pan, aceite, ajos, tomates y pimientos; el ajoblanco, el gazpachuelo o las migas de aperitivo a la caza (conejo a la cortijera o chivo pastoril, por ejemplo) y las recetas de pescado en escabeche que datan de la época romana. Y postre, Bienmesabe, un dulce de almendra molida, bizcochos de soletilla y cabello de ángel que sigue vendiéndose en los conventos de clausura y hace perfecto honor a su nombre.