Última edición por Capitán Trueno el Dom 14 Oct 2012 - 18:35, editado 1 vez
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En directo: Baumgartner ya ha iniciado la ascensión a la estratosfera
- Capitán Trueno
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En directo: Baumgartner ya ha iniciado la ascensión a la estratosfera
Última edición por Capitán Trueno el Dom 14 Oct 2012 - 18:35, editado 1 vez
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Parece un astronauta
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- Capitán Trueno
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Dice que tiene problemas con la calefaccion y que tiene frio.
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- señor topo
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jodo solo de leer los metros me a dado vertigo
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- Bok1977
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Es impresionante, el valor que hay que tener
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o lo loco que hay que estar
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que buenooooo
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- papadi
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joder y yo subo a 29 metros en mi maquina y ya me cago ajajaj
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- Capitán Trueno
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legendario escribió:joder y yo subo a 29 metros en mi maquina y ya me cago ajajaj
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- papadi
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ya me gustaria verte a tiiii
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es que tu eres un poco miedica
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- Bok1977
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Lo que ha hecho este tio es impresionante
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- Bok1977
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Todo se concentró en un segundo mágico, angustioso y a la vez plácido. Precioso. Un segundo que hizo olvidar el márketing de Red Bull Stratos, el desafío a la ciencia y la medicina, el reto tecnológico o las chanzas sobre la posibilidad de éxito. Ese segundo en el que Felix Baumgartner se asomó a la cápsula, vio la curvatura de la tierra revestida de un intenso azul 39.043 metros bajo sus pies y saltó al abismo para romper, por primera vez en un humano, la barrera del sonido en caída libre.
Justo tal día como ayer, 65 años antes, el estadounidense Chuck Yeager, piloto de combate durante la Segunda Guerra Mundial, quebró por vez primera ese límite con el Bell X-1, un avión experimental que siguió los pasos de los aviones-cohete nazis V-1 y V-2. Baumgartner lo hizo sólo escudado en un traje espacial. A los 40 segundos alcanzó los 1.342 km/h. En la atmósfera la velocidad del sonido se logra a 1.243 km/h, y en la estratosfera, por la menor resistencia del aire, a los 1.110 km/h.
Era simplemente un hombre solo enfrentado a lo desconocido. A una barrera como el Polo Sur que alcanzó Amundsen en 1911, o los 8.848 metros del Everest que ascendió Edmund Hillary en 1953. Llámese aventura o deporte. O nada de eso. Pero fue magnético y espectacular. Uno de esos momentos que detienen el tiempo.
El austríaco Baumgartner (53 años) consiguió el récord de salto desde más altura jamás realizado, 39.043 metros desde la estratosfera, superando en 7.710 los 31.333 que había logrado el capitán de la US Force Joe Kittinger en 1960, la friolera de 52 años atrás. Precisamente, Kittinger, un señor sonrosado cabeza del operativo en tierra en Rosswell (Nuevo México, Estados Unidos), fue parte esencial en la misión de Baumgartner.
A sus 84 años, el héroe Kittinger fue cuidando del otro héroe, ayudándole a chequear cada paso crítico en la maniobra de salida de la cápsula hasta atisbar el vacío. Y en un ejercicio de justicia poética, Baumgartner le permitió conservar el récord de caída libre (4 minutos y 36 segundos), que había establecido su ángel de la guarda al abrir su paracaídas tras 4:19 de vuelo: en total tardó 9:03 en llegar al suelo.
Baumgartner, que antes se había hecho famoso por saltar desde los 452 metros de las Torres Petronas o desde el Corcovado de Río, comenzó el ascenso sobre las 17:30 horas peninsulares. El globo de helio de un delicado material (0,0002 centímetros de grosor, diez veces más fino que una bolsa de plástico) le fue elevando en un tenso paseo de más de dos horas y media hasta la estratosfera, tres mil metros más allá de los 36.000 que había previsto. Un recorrido seguido por cámaras telescópicas desde tierra y de alta definición dentro y fuera de la cápsula presurizada de 1.315 kilos. Lo que algunos veían como la emisión de un suicidio en directo. El helio fue creciendo hasta alcanzar los 850.000 metros cúbicos. El volumen del Bernabéu y casi la altura de la Torre Eiffel. Hasta pararse más allá de los 39.000 metros (39.068, récord para un globo tripulado). Entonces, el pájaro austríaco, que llevaba cinco años preparando el momento, abrió la escotilla. Se permitió un gesto que le humanizó, tocándose con los dedos de la diestra la escafandra, a modo de saludo militar o despedida. Y voló. Fue terrible ver cómo se descontrolaba y entraba en barrena, dando vueltas, con riesgo de pérdida de consciencia y hemorragia cerebral. Pero se equilibró. "El miedo es ahora mi amigo", había advertido. Lo venció. Abrió el parapente y cayó plácido, sobre sus pies, en el páramo desértico. Hincó las rodillas en tierra y medio mundo sintió envidia de él. Del hombre que había roto la barrera del sonido.
Justo tal día como ayer, 65 años antes, el estadounidense Chuck Yeager, piloto de combate durante la Segunda Guerra Mundial, quebró por vez primera ese límite con el Bell X-1, un avión experimental que siguió los pasos de los aviones-cohete nazis V-1 y V-2. Baumgartner lo hizo sólo escudado en un traje espacial. A los 40 segundos alcanzó los 1.342 km/h. En la atmósfera la velocidad del sonido se logra a 1.243 km/h, y en la estratosfera, por la menor resistencia del aire, a los 1.110 km/h.
Era simplemente un hombre solo enfrentado a lo desconocido. A una barrera como el Polo Sur que alcanzó Amundsen en 1911, o los 8.848 metros del Everest que ascendió Edmund Hillary en 1953. Llámese aventura o deporte. O nada de eso. Pero fue magnético y espectacular. Uno de esos momentos que detienen el tiempo.
El austríaco Baumgartner (53 años) consiguió el récord de salto desde más altura jamás realizado, 39.043 metros desde la estratosfera, superando en 7.710 los 31.333 que había logrado el capitán de la US Force Joe Kittinger en 1960, la friolera de 52 años atrás. Precisamente, Kittinger, un señor sonrosado cabeza del operativo en tierra en Rosswell (Nuevo México, Estados Unidos), fue parte esencial en la misión de Baumgartner.
A sus 84 años, el héroe Kittinger fue cuidando del otro héroe, ayudándole a chequear cada paso crítico en la maniobra de salida de la cápsula hasta atisbar el vacío. Y en un ejercicio de justicia poética, Baumgartner le permitió conservar el récord de caída libre (4 minutos y 36 segundos), que había establecido su ángel de la guarda al abrir su paracaídas tras 4:19 de vuelo: en total tardó 9:03 en llegar al suelo.
Baumgartner, que antes se había hecho famoso por saltar desde los 452 metros de las Torres Petronas o desde el Corcovado de Río, comenzó el ascenso sobre las 17:30 horas peninsulares. El globo de helio de un delicado material (0,0002 centímetros de grosor, diez veces más fino que una bolsa de plástico) le fue elevando en un tenso paseo de más de dos horas y media hasta la estratosfera, tres mil metros más allá de los 36.000 que había previsto. Un recorrido seguido por cámaras telescópicas desde tierra y de alta definición dentro y fuera de la cápsula presurizada de 1.315 kilos. Lo que algunos veían como la emisión de un suicidio en directo. El helio fue creciendo hasta alcanzar los 850.000 metros cúbicos. El volumen del Bernabéu y casi la altura de la Torre Eiffel. Hasta pararse más allá de los 39.000 metros (39.068, récord para un globo tripulado). Entonces, el pájaro austríaco, que llevaba cinco años preparando el momento, abrió la escotilla. Se permitió un gesto que le humanizó, tocándose con los dedos de la diestra la escafandra, a modo de saludo militar o despedida. Y voló. Fue terrible ver cómo se descontrolaba y entraba en barrena, dando vueltas, con riesgo de pérdida de consciencia y hemorragia cerebral. Pero se equilibró. "El miedo es ahora mi amigo", había advertido. Lo venció. Abrió el parapente y cayó plácido, sobre sus pies, en el páramo desértico. Hincó las rodillas en tierra y medio mundo sintió envidia de él. Del hombre que había roto la barrera del sonido.
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El deportista de alto riesgo austríaco Felix Baumgartner, que rompió ayer la barrera del sonido en caída libre al saltar desde 39.043 metros, declaró que durante los primeros momentos del descenso creyó que perdería la consciencia por la "violencia" de la caída y la velocidad.
"Ha sido más difícil de lo que todos nos esperábamos", afirmó en exclusiva en su primera entrevista a la televisión austríaca Servus, propiedad del patrocinador del proyecto. "Durante unos segundos pensé que iba a perder el sentido", agregó, debido a la violencia de la caída por la velocidad de 1.342 kilómetros por hora que alcanzó en los primeros cuarenta segundos. "Estás bajo presión, no sientes el aire", aseguró.
A pesar de esos momentos críticos, Baumgartner no quiso abrir un paracaídas especial para estabilizar el descenso y dijo que siempre supo qué estaba sucediendo en la caída: "Desde el punto de vista de la consciencia, siempre he sabido lo que sucedía".
Deshidratado.
"Ha sido muy difícil. Estás deshidratado, estás cansado. Ahí arriba es un mundo distinto, el cuerpo reacciona de forma diferente. Ha sido muy difícil, espero que hayamos superado la barrera (del sonido)", confió. Los cálculos de la misión previeron que rompió la barrera del sonido en los primeros cuarenta segundos de caída libre, cuando aceleró en ese espacio de tiempo hasta 1.342 kilómetros por hora.
El deportista austríaco no tenía entera conciencia de haber superado en su vuelo la velocidad del sonido. "No he sentido ese golpe sónico, creo que pasa detrás de uno, estaba demasiado ocupado manteniendo el control. No tengo ni idea de si he volado a través de la barrera del sonido".
Aterrizaje perfecto.
Baumgartner logró controlar el descenso y evitar caer en barrena, lo que le podría haberle llevado a perder la consciencia o sufrir una hemorragia cerebral en caso de girar de forma descontrolada. Y realizó además un aterrizaje perfecto. La caída libre de Baumgartner fue de cuatro minutos y 19 segundos, por lo que no pudo romper el récord anterior, de cuatro minutos y 36 segundos.
Ese récord sigue en posesión de quien supervisó el salto desde el control central: Joe Kittinger, de 84 años, que se arrojó en 1960 cuando era miembro de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos desde una altura de 31.333 metros. "Joe se ha ganado que su récord siga después de 52 años", dijo el deportista con humor.
Baumgartner consiguió el récord de arrojarse en paracaídas desde el lugar más alto y subir en globo al punto más alejado de la Tierra, mientras que aún se debe ratificar que haya superado la velocidad del sonido sin ayuda mecánica.
"Ha sido más difícil de lo que todos nos esperábamos", afirmó en exclusiva en su primera entrevista a la televisión austríaca Servus, propiedad del patrocinador del proyecto. "Durante unos segundos pensé que iba a perder el sentido", agregó, debido a la violencia de la caída por la velocidad de 1.342 kilómetros por hora que alcanzó en los primeros cuarenta segundos. "Estás bajo presión, no sientes el aire", aseguró.
A pesar de esos momentos críticos, Baumgartner no quiso abrir un paracaídas especial para estabilizar el descenso y dijo que siempre supo qué estaba sucediendo en la caída: "Desde el punto de vista de la consciencia, siempre he sabido lo que sucedía".
Deshidratado.
"Ha sido muy difícil. Estás deshidratado, estás cansado. Ahí arriba es un mundo distinto, el cuerpo reacciona de forma diferente. Ha sido muy difícil, espero que hayamos superado la barrera (del sonido)", confió. Los cálculos de la misión previeron que rompió la barrera del sonido en los primeros cuarenta segundos de caída libre, cuando aceleró en ese espacio de tiempo hasta 1.342 kilómetros por hora.
El deportista austríaco no tenía entera conciencia de haber superado en su vuelo la velocidad del sonido. "No he sentido ese golpe sónico, creo que pasa detrás de uno, estaba demasiado ocupado manteniendo el control. No tengo ni idea de si he volado a través de la barrera del sonido".
Aterrizaje perfecto.
Baumgartner logró controlar el descenso y evitar caer en barrena, lo que le podría haberle llevado a perder la consciencia o sufrir una hemorragia cerebral en caso de girar de forma descontrolada. Y realizó además un aterrizaje perfecto. La caída libre de Baumgartner fue de cuatro minutos y 19 segundos, por lo que no pudo romper el récord anterior, de cuatro minutos y 36 segundos.
Ese récord sigue en posesión de quien supervisó el salto desde el control central: Joe Kittinger, de 84 años, que se arrojó en 1960 cuando era miembro de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos desde una altura de 31.333 metros. "Joe se ha ganado que su récord siga después de 52 años", dijo el deportista con humor.
Baumgartner consiguió el récord de arrojarse en paracaídas desde el lugar más alto y subir en globo al punto más alejado de la Tierra, mientras que aún se debe ratificar que haya superado la velocidad del sonido sin ayuda mecánica.
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