El Málaga adolece de puntería de cara al marco de Osasuna pero rescata un punto que le mantiene sexto. El conjunto de Pellegrini mostró buen juego, pero no materializó las numerosas ocasiones en el área rival
Hay un hecho evidente en este Málaga y es que le cuesta un mundo marcar gol. Después de 60 millones de euros gastados en la elaboración de la plantilla en verano, el conjunto blanquiazul adolece de aquello que marca las diferencias. No tiene facilidad para ver la portería rival y en partidos atascados y con rivales encerrados como el Osasuna ayer en La Rosaleda, deja a la luz todas las vergüenzas posibles de cara al gol. Y claro, la ecuación al respecto parece simple: no hay acierto, no se alcanzan el objetivo, que de momento sigue siendo Europa.
Esta afirmación no es una percepción. Con datos en la mano, el Málaga realizó ayer 19 remates al marco defendido por Andrés Fernández y cinco de ellos entre los tres palos. Tuvo 8 llegadas claras al área rival y lanzó nueve córners a favor. Sin duda, no fue un mal partido en la elaboración malaguista ni tampoco en el asedio, pero sí en el remate final, el que cataloga los triunfos de los fiascos.
Es por eso que la reacción, por ahora, hay que ponerla en cuarentena. Ayer el Málaga no supo o no pudo doblegar a un rival teóricamente inferior como Osasuna, pero tácticamente muy disciplinado y que vendió caro incluso el empate cosechado. Eso sí, el equipo de Pellegrini mantiene una jornada más su posición europea y salva las distancias con los navarros, que amenazaban el sexto puesto. Un mal menor para un equipo con aspiraciones mucho más serias.
Hoy sería un día para mostrarse crítico con el Málaga, que fue incapaz de superar a un rival casi inofensivo y resultadista. Pero el empate tampoco debe de tapar algunas virtudes mostradas por el conjunto de Pellegrini. A diferencia de otros días, el juego se podría decir que sí acompañó, sobre todo en la segunda mitad. El Málaga de la actual campaña se había mostrado como un equipo práctico que sacaba los partidos y los puntos sin brillo. Ayer, el conjunto blanquiazul tuvo paciencia, buscó las combinaciones cerca del área y sus laterales subieron por la banda como puñales afilados acompañando casi cada ataque. Pero no hubo manera. La disciplina osasunista fue un muro infranqueable una y otra vez.
La precipitación, la falta de acierto o incluso la fortuna jugaron un papel decisivo en el Málaga de ayer tarde. Pero quizás eso no fuera casualidad, ya que el equipo malaguista no ha sido capaz de doblegar con grandeza y con gran acierto a casi ninguno de sus rivales en lo que va de Liga. Cuenta sus victorias por la mínima y no puede presumir de tener facilidad de cara al marco rival. Por lo tanto, no habría que pensar que el problema sólo fue ayer, sino que el gol no es el mejor compañero de viaje malaguista este curso.
De hecho, tuvo que ser Juanmi, un actor inédito en lo que va de película blanquiazul el que pusiera la igualada. Algunos dirán que su tanto carece de grandeza y que sólo bastaba con empujar el balón en la línea de meta, pero otros verán en el canterano el don del gol y reconocerán genes sólo vistos en hombres que han marcado época. El de Coín, le pese a quien le pese, tiene gol y lo demuestra cada vez que le dan la oportunidad.
La entrada de Juanmi fue un factor desequilibrante en el devenir del partido, pero también lo fue la presencia de Isco. Pellegrini tiene dos benditos tesoros en su plantilla –a buen seguro que tiene más con las figuras de Recio y Portillo, que aún no han debutado este curso– y puede pensar en un futuro esperanzador con estos dos internacionales sobre el césped. Porque si decisivo fue Juanmi, el papel de Isco volvió a ser estelar. Repartió juego y sólo la acumulación de efectivos en el área le privaron de terminar alguna jugada con gol. Su liderazgo ya es tangible.
Sin Isco, cuando anduvo menos participativo, el Málaga sufrió. No encontró claridad de ideas y el Osasuna se le subió a la chepa con físico e ímpetu en el robo de balón.
Los navarros mostraron muy poco ofensivamente en Málaga, pero les sirvió para rascar un punto que les supo a gloria. De hecho, en su primer disparo a portería, en el único córner que botaron, llegó el gol por una indecisión en el despeje malaguista. Ibrahima fue el listo de la clase (33´). El Málaga, hasta entonces, había salido con ganas mostrando su lado más ofensivo.
El gol visitante calmó las aguas e igualó la contienda. Pero en la reanudación, el Málaga volvió a insistir con ímpetu en la busca del gol. Aunque no fue hasta que entró Juanmi cuando encontró el camino. Sólo el físico evitó la victoria. Sólo la falta de acierto impidió que se quedaran los tres puntos e incluso que se hubiera vivido una goleada local.
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